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Profesor residente de Filosofía Social, Universidad Francisco Marroquín. Guatemala, Centro América.

martes, 24 de junio de 2008

Una entrevista por Prensa Libre

Decisión 2007No. 6 - Guatemala, martes 19 de junio de 2007

Tribuna

La entrevista

Julio César de León Barbero | filósofo social
“Necesitamos madurar”
Males como la corrupción o el poder usado para fines personales son
producto de un estado de infantilidad ciudadana.

Por Gustavo Adolfo Montenegro

Dos ideas hay en la balanza de Julio César de León Barbero: la responsabilidad del funcionario electo y el criterio del ciudadano que lo elige. Este catedrático de Filosofía Social, de la Universidad Francisco Marroquín, cree que se necesita un marco jurídico estable, a la vez que un ciudadano que sea consciente de sus decisiones y de las consecuencias de éstas.

http://www.prensalibre.com/pl/domingo/elecciones/tribuna/archivo/07/images/07.jpg

“En la actualidad se le da mucho
lugar al parecer de los gobernantes,
ya sea del Ejecutivo, del
Legislativo o alcaldes.
Un funcionario público tiene
demasiada posibilidad de
hacer lo que se le antoje”.

¿Qué cosa nunca debería hacer un gobernante?

Nunca promover intereses de grupos, facciones o individuos. El gobierno no es sino el monopolio del poder; a quien o a quienes llegan, les estamos dando la capacidad de utilizar la fuerza y la coacción. Emplear todo eso para promover intereses particulares tiene graves consecuencias.

Mencione dos de esas consecuencias.

Una inmediata es la corrupción a nivel gubernamental. Es un cáncer. Pienso que incluso si quisiéramos erradicar la corrupción, se debería impedir a los gobernantes, a todo nivel, precisamente promover intereses particulares. Otra consecuencia, no menos grave y que nos afecta a todos, es que nos evita vivir en un estado de Derecho, y eso tiende a mermar la calidad de vida de todos los ciudadanos.

¿Cómo prevenir que llegue al poder alguien con intenciones ocultas, disfrazadas?

Los guatemaltecos hemos cometido un gran error: hemos estado esperando que desde dentro cada uno de ellos, los políticos en la Presidencia, en las alcaldías o en el Congreso, se den cuenta de las cosas malas que puedan estar haciendo. Estamos confiando excesivamente en la moralidad de cada uno, en los principios que el político pudiera tener por su educación, origen individual y filiación religiosa. La experiencia nos enseña que esos son cercos de papel que se rompen muy rápidamente. Se necesita un marco jurídico constitucional que marque límites. En la actualidad, se le da mucho lugar al parecer de los gobernantes: un funcionario público tiene demasiada posibilidad de hacer lo que se le dé la gana, sin importar cuán profundos sean sus valores morales estando fuera del aparato gubernamental. Ya dentro, la enorme maquinaria arrastra…

Pero el sólo hecho de reformar es un laberinto... ¿Cuál sería la guía?

De cerca

Catedrático

Julio César de León Barbero es el titular de la cátedra de Filosofía Social de la Universidad Francisco Marroquín.

Autor

Ha escrito libros sobre la libertad: Homo ¿agens o economicus?, ó Mises y la naturaleza antropológica de la economía.

Opinión

“En Guatemala estamos carentes de verdaderos principios que orienten primero a la ciudadanía y en segundo lugar que bloqueen o castiguen todas aquellas acciones contrarias al estado de Derecho”.

Aspirar a tener reglas de juego iguales para todos. Deberíamos tener menos leyes, pero mucho más claras, de cumplimiento mucho más cierto.

Ante el caos por violencia, crisis económica, corrupción, algunos claman por autoritarismo.

Es una salida falsa, puesto que si estamos hablando de certeza jurídica, nada más incierto que la voluntad de algún aprendiz de dictador. Nada más equivocado que poner la confianza no en la ley y el derecho, sino en el carácter o el estado de ánimo de alguien.

Dicen que cada país tiene el gobierno que se merece. ¿Qué piensa de ello?

Son las ideas de los ciudadanos las que nos conducen a elegir. Yo estoy perfectamente de acuerdo con ese dicho, y pienso que en ese sentido necesitamos una mayor madurez cívica: abandonar el estado de infantilidad, en el cual el ciudadano ve al Gobierno como papá.

¿Cuál sería la actitud ideal del ciudadano?

Reconocer que la vida nos ha sido dada, pero cada uno tiene la harta obligación de mejorarla, siendo productivos, y no esperando que a costillas de otros yo pueda mejorar mi propia calidad y mis propias condiciones de vida. Lamentablemente, hay gente que disfruta siendo objeto de ofrecimientos.

¿Los partidos no deben ofrecer nada?

Los partidos políticos giran alrededor de un problema muy viejo. El filósofo español José Ortega y Gasset se quejaba, a principios del siglo 20: “No hay partidos alrededor de una idea, hay agrupaciones alrededor de un jefe”. Yo cambiaría la palabra por cacique, y ya estamos en Guatemala. Los partidos deberían ofrecer ideas, y no promesas. Pero aquí, los diputados saltan de un partido a otro, aun cuando estén en puntos supuestamente opuestos del espectro político. ¿Por qué? Porque lo que les importa, desgraciadamente, es alcanzar el poder y servirse de él… porque la falta de principios y ausencia del estado de Derecho así lo permiten.

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